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Se espera que en los próximos 30 años, el entorno físico laboral cambiará radicalmente. Por un lado, la tecnología de la información hace que nuestros datos virtuales puedan ser accesibles en dispositivos móviles de cada ves más capacidad de procesamiento. El poder “llevar tus datos en el bolsillo” generará nuevas maneras de relacionarnos con nuestros datos, por lo que la concepción de un espacio de oficina tradicional pueda ser irrelevante.
Por otro lado, estos dispositivos nos mantendrán constantemente conectados, no solo con personas como amigos, familiares o compañeros laborales, pero con otras entidades que no necesariamente serán humanas. A través de interfaces de inteligencia artificial y realidad virtual, nos podremos relacionar con una entidad digital que represente a la compañía en la que trabajamos, secretarías gubernamentales o las marcas que consumimos. Esto no solo cambiará de manera fundamental la concepción entre el tiempo laboral y el tiempo de ocio, pero otros aspectos de la vida diaria como la privacidad, el espacio personal y la intimidad sufrirá un cambio radical sin preceden- tes.
Si el Internet de las cosas, donde todos los objetos, tanto físicos como digitales recaudarán información sobre nosotros y la compartirán entre ellas con la promesa de darnos un mejor servicio, también se percibirán como objetos voyeur, donde el empleado del futuro puede sentirse siempre observado.
¿De qué manera el Diseño afrontará estos nuevos problemas y cómo los convertirá en posibilidades?